lunes, 9 de febrero de 2015

"Bic naranja escribe fino...

...Bic cristal escribe normal".


Famosísima cancioncilla que nos taladró en nuestro infancia y adolescencia. El anuncio, la caña de España, unos bolis bic naranjas y transparentes haciendo tirabuzones, unos con la punta fina y otros más gruesa respectivamente.
¿Pero digo, eso de escribe normal,  normal para quién? Y más luego vista la evolución de los elementos para escribir.
 
Por ejemplo nos parecía que el boli de cuatro colores era ya el no va más y que su grosor podía deformarnos para siempre los dedos y ahora hay bolis que parecen cualquier cosa menos un boli.
Tintas líquidas, borrables, rollers, colores fosforitos, con purpurinas, ¡¿¡blancos!?! Y de las formas ya mejor no hablamos.
Pero bueno dejemos atrás los avances en tema de escritura y instrumentos de papelería y centrémonos en lo de normal. "Uno escribe fino y otro normal".
Esta claro que en aquella época (la del anuncio me refiero), las cosas estaban como más claras, más definidas. Había cosas que eran normales, y todo el mundo parecía entender cuales eran y otras, sencillamente no y punto.
Supongo que esa normalidad o no, se basaba en unos patrones con los que se comparaban las cosas y si se adecuaban a éstos, era algo normal y si no, pues no lo era, sería fino, grueso u otro adjetivo calificativo, pero desde luego no normal. Normal era otra cosa. Lo normal vamos.
Hoy en día ese adjetivo de normal, lo relativo a la normalidad, al estándar, creo que es poco aplicable, por no decir del todo inaplicable.
Lo que para nuestros padres era normal, ya  no lo es para nosotros y lo que para nosotros lo es, tener por seguro que no lo es ni para nuestros hijos, ni para las generaciones venideras. Y así sucesivamente, en una espiral generacional que centrifuga todas aquellas cosas normales hace cuarenta, treinta años y que ya no lo son y así sucesivamente hasta el límite en que x tiende a infinito.
El adjetivo normal, buscado y anhelado por generaciones anteriores y del que huyen todas las generaciones venideras. También la nuestra, ya que todos en un momento determinado huimos de esa normalidad, tan deseada en según que momentos y tan denostada cuando empiezas a caminar por la vida.
En ese momento, recién salido del cascarón, cual Calimero tú no quieres cosas normales, quieras cosas extraordinarias.
 
No quieres algo normal, quieres algo que te haga alucinar, que lo flipes, que te tenga extasiado, que no sepas a que atenerte.
No se, y sinceramente, no se si sabré identificar ese momento, en que buscas esa normalidad, en que la acepción normal deja de ser algo indeseado para ser un anhelo, y la vistes de tranquilidad, y de paz. Para entender que lo normal, es lo correcto y dejar de pasear por el lado salvaje de la vida, aunque esa aventura tan tremenda haya sido tan apenas el saltarte algunos convencionalismos sin importancia, o que incluso para la humanidad y los que te rodean haya pasado completamente desapercibido. Como si hubieras hecho pruebas nucleares en la pecera de tu casa, con la única consecuencia de la desaparición de sus dos únicos habitantes, unos pececitos de color naranja. El ritmo de las mareas seguirá impertérrito y la tierra seguirá girando sobre sí misma. Todo será, hummmm... normal.
 
 
 

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