sábado, 10 de mayo de 2014

Explosiones descontroladas.


De un tiempo a esta parte, tengo la sensación que no tomó las decisiones, si no que las decisiones me toman a mi.
Las palabras y lo que se dice, son como un auténtico explosivo, que se debe de manejar como sí de un bote de trilita se tratará, de otro modo a veces los diálogos nos explotan en las manos.
Revientan bajo nuestros pies y nos arrojan con violencia de donde estamos, sin posibilidad de volver a la situación anterior a la deflagración.
En ocasiones destrozan nuestro entorno y sólo quedan girones de nuestra anterior realidad. Deja en ruinas lo que teníamos, haciendo imposible continuar en ese lugar o en esa situación.
Siempre se ha dicho que hay tres cosas que no vuelven jamás, el tiempo perdido, la flecha lanzada y la palabra dicha. O aquello de que uno es señor de sus silencios y esclavo de sus palabras.
A veces, algo dicho fuera de tiempo, o inadecuado, o exacerbado, o con intención de generar una reacción, nos lleva a escenarios y situaciones indeseados, y no queda más remedio que apretar los dientes y asumir las consecuencias de los resultados. No ya de las acciones, pues las palabras a veces llegan más lejos que los hechos y entonces, la vuelta atrás es imposible.
No nos queda más que sacudirnos el polvo caído sobre los hombros, y pisando los escombros salir de allí, con las esperanza de que la próxima vez seremos capaces de afrontar la situación con más precaución y que no se producirá la deflagración.
Y si a pesar de manipular ese bote de trilita con delicadeza, se produce la explosión, siempre nos queda recordar: cool guys don't look at the explosions. 

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